La violencia doméstica no es un fenómeno nuevo, sin embargo, solo recientemente la sociedad ha comenzado a reconocer la tragedia de este tipo específico de agresión como un problema social. Un artículo reciente de la revista Exame¹ reveló los resultados de una encuesta realizada a mujeres del Noreste de Brasil y abordó la cuestión de los impactos de la violencia doméstica en la vida personal y profesional de las víctimas.
Hace algunos meses, me enteré de que una telenovela de una emisora respetada en el país iba a abordar de cerca el tema. Mi primer pensamiento fue: “¡Por fin! Ya deberían haber abordado este tema hace años”. Con más de diez años de experiencia trabajando con violencia doméstica, no puedo dejar de expresar mi decepción e incluso indignación por la forma simplista en que se abordó este tema. Si toda la violencia doméstica fuera solo física, si todas las víctimas pudieran enfrentar a su agresor y simplemente poner fin a la agresión como en la telenovela a la que me referí, todo sería mucho más fácil.
La violencia física es, sí, repugnante, pero la violencia doméstica causa mucho más dolor que las marcas visibles que quedan en el cuerpo de la víctima. La Ley Maria da Penha, de 2006, establece que la violencia doméstica contra la mujer es cualquier acción u omisión basada en el género que le cause muerte, lesiones, sufrimiento físico, sexual o psicológico y daño moral o patrimonial, según lo define el artículo 5º de dicha ley, la nº 11.340/2006. Sin embargo, desafortunadamente, muchas personas aún creen que la única forma real de violencia es la física.
A diferencia del impacto de la violencia física, las marcas de la violencia emocional y psicológica no son inmediatamente visibles y generalmente permanecen por mucho más tiempo. El abuso emocional y psicológico destruye toda la autoestima de la víctima hasta que siente que no es nada sin su pareja y que no puede vivir sin ella. Esta violencia te hace sentir totalmente inútil, sin valor, y te hace culparte por todos los problemas de tu familia. La violencia emocional y psicológica no solo es ignorada por la sociedad, sino principalmente por las propias víctimas.
Reconocer que la persona que elegiste para cuidarte, ser tu compañero, padre o madre de tus hijos, es capaz de hacerte tanto daño, es extremadamente doloroso. Los sentimientos de vergüenza, culpa, arrepentimiento y profunda tristeza son casi sofocantes. Por eso, muchas veces es más fácil no reconocer la violencia, justificar el comportamiento de tu pareja y disculparlo. Lo que las víctimas de violencia doméstica no se dan cuenta al principio es que solo están posponiendo enfrentar un problema que no desaparecerá sin ser reconocido y sin intervención y ayuda profesional. Reconocer el abuso puede ser devastador y provocar un shock y un sentimiento de duelo doloroso, pero es esencial dar ese paso hacia un nuevo comienzo, porque todo individuo tiene derecho a una vida sin violencia.
Quiero señalar que, para el específico propósito de este artículo, me refiero a la violencia doméstica tanto contra la mujer como contra el hombre, aunque reconozco que la primera es estadísticamente la abrumadora mayoría de los casos. Recuerdo, por lo tanto, que la violencia es de doble vía y el dolor no tiene patria, raza, edad ni sexo.
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¹Revista EXAME. Artículo: “Brasil: el lado invisible de la violencia doméstica”, 24 de noviembre de 2017.
Thais Clemente