Un diagnóstico de la enfermedad de Parkinson, también conocida como “Mal de Parkinson”, es un acontecimiento serio y significativo en la vida de una persona. De hecho, los cambios emocionales que conlleva el diagnóstico de Parkinson son, en la mayoría de los casos, mucho más impactantes en la vida del individuo que los cambios físicos en sí mismos, y estos cambios emocionales pueden generar problemas mucho más serios y comprometedores para la calidad de vida del individuo que los cambios físicos.
Lo que sucede es que la forma en que la persona interpreta y enfrenta el diagnóstico de Parkinson es fundamental y será un factor determinante en la calidad de vida que esa persona tendrá a partir de ese momento. Lo que quiero decir es que la manera en que cada uno elige ver la enfermedad y las limitaciones que provoca, así como las formas en que elige enfrentar y superar esas limitaciones, influyen directamente en el estado emocional y psicológico del paciente y determinan cómo se sentirá y cómo llevará su vida.
Podemos decir que, en general, el paciente con Parkinson pasará por cuatro fases psicológicas después del diagnóstico. La primera fase es la fase de “negación”, donde el paciente se pregunta “¿Por qué yo?” Es la fase en la que el diagnóstico no ha sido aceptado y la gran mayoría de los pacientes buscará una segunda opinión. La segunda fase es la fase de “negociación con Dios”, donde muchos comienzan a hacer pactos con la divinidad, comprometiéndose y haciendo promesas, con la esperanza de que sus propuestas sean aceptadas.
La tercera fase es la fase de “duelo y depresión”. La depresión es un trastorno psicológico que ocurre con frecuencia entre los pacientes con Parkinson. Esto puede ser el resultado de una actitud pesimista de algunos pacientes con Parkinson hacia los efectos de la enfermedad y las posibles limitaciones que puedan tener, como, por ejemplo, la dificultad para realizar tareas habituales. La ansiedad es otro sentimiento que domina al portador de la enfermedad de Parkinson, interfiriendo en las relaciones con la familia. La insomnia también es muy común.
La cuarta y última fase es la fase de aceptación. Con el paso del tiempo y con el equilibrio de los síntomas físicos de la enfermedad a través de la medicación, el paciente tiende a adaptarse. Habiendo superado las fases anteriores, incluso con muchas dificultades y sufrimiento, es posible llegar a la fase de aceptación de la enfermedad. Independientemente del estado emocional, el paciente con Parkinson percibe que la VIDA continúa, y la tendencia es admitir que hay dos opciones: rendirse o adaptarse. El Mal de Parkinson requiere que cada paciente aprenda a manejar la enfermedad física y mentalmente. Y la mayoría de los pacientes mantienen y mantendrán la capacidad de disfrutar la vida durante mucho tiempo.
Es comprensible que, muchas veces, sea difícil evitar el pesimismo y los pensamientos negativos relacionados con el Mal de Parkinson. Sin embargo, es importante recordar que el negativismo solo causa más dolor emocional y puede intensificar los propios síntomas de la enfermedad. Además, naturalmente, los sentimientos negativos de los portadores de Parkinson también afectarán a familiares y amigos, que a menudo necesitarán tanto apoyo psicológico como el paciente de Parkinson.
Thais Clemente