Hoy es el día del abrazo y estuve pensando en esa palabra tan pequeña pero con un significado tan grande. El abrazo es fundamental en los días felices que queremos celebrar. Es inadmisible no recibir un abrazo de cumpleaños. O no abrazar a nuestros familiares en la noche de Navidad. Pero el abrazo también debe estar presente en los días nublados o de tormenta. Porque el abrazo reconforta, consuela, acaricia y alienta. El abrazo trae alivio, esperanza, amor y la seguridad de que todo estará bien.
Científicamente hablando, se ha demostrado que el abrazo estimula la oxitocina, una hormona producida en el hipotálamo y liberada en nuestro cuerpo por la glándula pituitaria, lo que disminuye nuestro ritmo cardíaco y nuestro nivel de cortisol. De esta manera, los científicos argumentan que un abrazo prolongado ayuda a relajarse, calmar la ansiedad y reducir la ansiedad.
Pero abrazar, tocar al otro, es mucho más que ciencia, que física. Cualquiera puede tocar la mano del otro, pero pocos pueden tocar el alma. Cualquiera puede abrazar al otro, pero pocos abrazan una causa. Cualquiera puede ser abrazado, pero sentirse verdaderamente abrazado es otra historia…
Un bebé, justo después de ser sacado del vientre de su madre, ya es inmediatamente abrazado, ya sea por el médico, las enfermeras o, muchas veces, cuando es posible, por la propia madre. Esto se debe a que el bebé se siente vulnerable en un nuevo entorno donde todo es desconocido. Al ser reconfortado con un abrazo, el bebé se siente protegido y seguro. En general, este bebé crecerá, algún día se convertirá en adulto, pero seguirá sintiéndose seguro cuando lo abracen. La mayoría de las asociaciones con la autoestima y las sensaciones táctiles en los primeros años de vida permanecen impregnadas en nuestro sistema nervioso como adultos.
Las muestras de cariño que recibimos de nuestros padres durante nuestra infancia permanecen grabadas en nosotros, y los abrazos que damos y recibimos como adultos nos lo recuerdan, aunque sea de forma inconsciente. De esta manera, el abrazo nos conecta con nuestra capacidad más primitiva de amar al otro y a nosotros mismos.
Además, el abrazo estimula el cerebro a liberar dopamina, un neurotransmisor responsable de darnos energía, motivación y una sensación de bienestar. El abrazo también libera endorfinas y serotonina en el torrente sanguíneo, lo que causa placer y alivia el dolor y la tristeza. Un abrazo prolongado provoca un aumento en los niveles de serotonina, lo que mejora el estado de ánimo y genera una sensación de felicidad.
Finalmente, el abrazo es una poderosa forma de comunicación. Es capaz de expresar y transmitir lo que a menudo las palabras no pueden. Por eso abraza mucho y abraza siempre.
Thais Clemente
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